viernes, 13 de agosto de 2010



Sus manos se deslizaban suavemente, no levantaba los dedos ni un milímetro para no perder el rastro.
Su cuerpo enardecía lentamente al escuchar aquel sonido, penetrante, lleno de rabia, no sabia acaso de donde venia ni a donde se dirigía, sus piernas se movían solas, sus pies apenas levantandose del suelo andaban vigorosos y rápidos, el tacto le proporcionaba multitud de sensaciones que no podía describir.

De repente se paró, el bello de todo su cuerpo se erizaba por culpa de aquella sensación de la que nada había sabido nunca, de pronto noto una leve sensación de caida constante, de una paz nada usual, vehemente, violenta...

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